Verano del 96.
La canicas ocupaban nuestro tiempo, jugando como cada tarde, en el callejón estrecho, lugar dónde no pasaba nadie.
Ideal para no molestar, ni ser molestados.
No era una tarde muy provechosa, no estaba en contando con los favores de la diosa fortuna...
Me tocaba lanzar, cuando de repente, la casa se iluminó.
La casa la cual contaba con innumerables leyendas, allí estaba, con su segundo piso iluminado por una tenue luz.
Parecía una vela.
Mi amigo y yo habíamos estado en esa casa docenas de veces, buscando aventuras de niños; en esa misma habitación, pero no había ninguna vela...
Movidos por a curiosidad y también un poco por el miedo, decidimos entrar.
La puerta como siempre, cerrada por un alambre retorcido, que fué fácil apartar.
La puerta se abrió con un gruñido, como tantas veces...
Pero algo había cambiado.
La Luz bajaba por la escalera, parpadeante.
Subimos la escalera, no sé muy bien porqué, empujados por la curiosidad y negando el retroceso.
Llegamos a la habitación y allí estaba.
Una única vela, enmedio de la habitación.
La incertidumbre me desbordaba...
Yo quería saber que pasaba, y me puse delante.
Nada más entrar en la habitación, la puerta se cerro de golpe.
Se hizo un silencio ensordecedor, solamente roto por mis gritos, chillando a mi amigo, que me sacara de allí.
Pero no ocurría nada.
Pasé al lado de la vela y me acerqué a la ventana.
Vi a mi amigo correr...
De repente, me encuentro en una habitación vacía, solamente iluminada por la vela.
Pasaron las horas y la vela llegaba a su fin.
Y la desesperación, el miedo y la angustia supuraba a través de mis poros.
Y de repente la vela se apagó, y así me quedé atrapado..."
El vaso queda inmovil en el centro, esperando una nueva pregunta, en una habitación, alumbrada únicamente por una vela...
te pusiste a jugar a la ouija tú sólo?
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