Buscando el camino

Buscando el camino

lunes, 12 de septiembre de 2011

Cosas que quiero


Quiero abrazar tu miedo.
Quiero leer tus pensamientos.
Quiero jugar al escondite con tus dudas.
Quiero felicitar a tu coraje… Y animar a tu valentía
Quiero sacarle la lengua a tu ira… y soplar a tu inspiración.
Quiero alumbrar tu melancolía
Quiero oler tu bondad… Saborear tus historias… y echarle un pulso a tus problemas.
Quiero acompañar tu felicidad.
Quiero besar tu inocencia
Quiero… Te quiero! 

Odio


Odio al tipo. Lo odio con todas mis fuerzas.
Tengo que encontrarle antes que ellos. Sabemos dónde está.
Lo sentimos. Lo percibimos.
En liberarme lo encontraré y lo mataré….
Lo juro.
.
.
Soy liberado en una avioneta. Alejándome.
Voy la cabina, pero no pilotaba nadie. Rápidamente tomo los mandos de la nave y doy media vuelta. Pero sigo alejándome.
No me sirve…
Abro la puerta… y salto.
El aire me da en la cara, acelerando a cada segundo… Y llego al suelo.
Hoy soy fuerte. El cráter que acabo de generar lo corrobora.
Empiezo a correr, esta vez voy en la dirección correcta.
¿Podré volar?
Salto, pero caigo rodando por el suelo… Hoy no.
Noto un peso en mi cadera.
Sin cesar de correr encuentro un arma.
Terminaré con el de un solo disparo.
Cuando de repente empiezo a darme cuenta de que no he llegado a tiempo.
El arma se escurre entre mis dedos, como si de agua se tratase.
Empieza a faltarme el aire. No puedo respirar. Y caigo al suelo. Prisionero de nuevo.
Estoy en un desierto. Con mucha gente. No lo siento. Esta noche está muy lejos. Espero a que termine…
Llueve.
 Mucho.
Sonrío.
Lo tengo muy cerca.
 Levanto la vista hacia el cielo; estoy en una jungla.
Empiezo a trepar por un árbol. Estas garras lo hacen muy fácil.
Voy sigilosamente entre las ramas… Y le veo.
Una sensación de alegría me inunda. Lo voy a conseguir.
Es mío.
Va a morir.
Me acerco al acecho, pero algo sale mal. He pisado una rama demasiado delgada y se ha movido.
Disparos que pasan rozándome. Todo sucede muy deprisa.
Salto con la intención de acabar con el de una vez por todas. Pero algo sale mal.
Nada más despegar las patas del árbol, un disparo de su ayudante impacta en un costado, y caigo desplomado.
Sin dolor, pero incapaz de levantarme.
Lo tengo a tan siquiera a 5 cm y no puedo acabar con él. Esta noche también me rindo…

Hoy es mi noche.  Lo presiento. Todo oscuro, perfecto.
No está nada cerca, pero hoy soy rápido.
Levanto la mirada. No hay luna.
Mejor
Mucho mejor
Salto y empiezo a volar, hoy no fallaré
Me acerco a una velocidad vertiginosa.
Y le veo.
Saco la espada y ataco sin previo aviso.
Pero me esquiva y rueda por el suelo.
Hoy es mi noche.
Se levanta y blande su espada, pero hoy tiene miedo.
Hoy es mio.
Pienso saborear el momento.
De un espadazo corto su espada en 2.
Empieza a llorar.
Yo rio.
Por fin.
De una patada lo arrojo al suelo.
Lo miro.
Llora desconsoladamente.
Me gusta.
Me pongo encima de él.
Con el pie le aprieto el pecho y lentamente le hundo mi espada….
¡¡Alegría infinita!!
Empieza a derrumbarse todo, mi espada se deshace como arena, empiezo a desaparecer, pero me da igual.
Hoy he triunfado yo…
Odio al tipo…
Lo odio con todas mis fuerzas…

Murallas sin puertas


Una vez viví en otra época, donde todo era más seguro.
Dónde todo era mejor.
Dónde las murallas no tenían puertas.
Construidas desde dentro, con materiales propios proporcionados por otros.
Vi ejércitos atacar, fracasando en cada intento.
Murallas duras como el acero.
Murallas altas como el cielo.
Banderas apolilladas ondeando como nubes de tormenta.
Habitantes pidiendo auxiliao desde dentro, acallados por las paredes.
Desconocedore de quin o que era yo por un temor agigantado.
Insonorizadas, de fuera a dentro.
Con altavoces persistentes orientados hacia fuera.
Dioses en su tierra, barro en la mía.
Destinados a morir, desconociendo el sol.
Por sus propias palabras, desconocedores de la luna.
Por no conocer el mundo, desconocedores de la luz.
Desconocedores de la vida, por no querer saber…

jueves, 4 de agosto de 2011

Personalidad individualizada.

Hola! Soy yo! Ahora que nos hemos presentado, no quiero decepcionarte, así que seré sincero: Soy imperfecto.

Imperfecto como un amanecer en la playa.

Imperfecto cual leona amamantando a sus crías.

Imperfecto como una nube… De algodón de azúcar.

Imperfecto como un beso.

Imperfecto como… Imperfecto como tú!

Puesto que cada cosa que haga, tal vez sea imperfecta, pero bella… Y sobretodo mía, ya que esas imperfecciones me definen, me recuerdan quien soy, me llevan por el camino de la vida… Así que permíteme que sea egoísta…

No busco soluciones, jamás!!

No busco compadecimiento, sino comprensión.

Una comprensión, no solo que entiendo esos errores, sino que le haga reir, despierten intriga…

Tiempo hará falta… Y luz, mucha luz…

Menos mal que yo tengo tiempo… Y tú luz para iluminar varias galaxias…

El beso que no te di

El beso que no te di

Ese beso, en esa estación

Ese beso que me cortó las alas.

Ese beso que no detuvo el tiempo

Ese beso que estaba en mis planes

Ese beso que no te di… Pues era de despedida

Este beso que te doy, en esta estación.

Este beso que no te prometí

Este beso que pone mis pies en el suelo, al lado de los tuyos.

Este beso, que detiene el tiempo junto a ti.

Este beso que rompe mis planes

Este beso… porque te quiero.

jueves, 19 de mayo de 2011

Carta a mi futura novia

Hola, no sé quién eres. O tal vez sí.

Aún no te quiero. O sí y lo escondo.

Y no te conozco. O quizás esté mintiendo.

Pero una cosa tengo clara. Tú no me conoces a mí. Y por eso te escribo, una especie de guía, para guiarte en los enrevesados laberintos de mis emociones y mi personalidad.

Hola. De nuevo.

No quisiera asustarte, pero me han hecho daño. Quién y cómo, y hasta qué punto me ha afectado, es algo que quiero que descubras por ti misma, nada de spoilers

Lo que puedo ofrecer son las conclusiones, reflexiones o digamos de manera más poética, mis cicatrices.

Hola de nuevo. Soy yo, solo yo.

No busques más, no tengo más que ofrecer, tan sola un alma. La mía.

No seré el mejor en muchos aspectos, pero mi conciencia está tranquila conmigo, eso te lo aseguro.

Y no lo podrás cambiar, ni tan siquiera lo intentes.

No surtirá efecto. Es algo aprendido y grabado a fuego en mi ser.

Hola...

Podré parecer muchas cosas, pero no pretendo lastimarte, no pretendo hacer daño, eso, no he querido aprenderlo…

Solamente me queda darte un buen consejo, siente tu personalidad, vive contigo, queriéndote y gustándote…

Y sonríe, estoy aquí a tu lado…

miércoles, 11 de mayo de 2011

Áster

Se abre la verja, debo salir.

Debo luchar por una vida.

Así era, había sido condenado a la muerte por robo.

Pero se me había presentado una oportunidad. La última…

Una lucha a muerte. Una espada y un escudo habían sido mi elección.

Salgo a la arena y un sonido ensordecedor llena mi yelmo.

Al otro lado del campo de batalla encuentro un único contrincante.

Un hombre musculoso, tapado con un yelmo cerrado, con un arpón en una mano y un discreto escudo en el antebrazo, ágil y ataques directos mortales, será una batalla divertida…

Así lo veía nuestro protagonista acercándose al centro, pues esa combinación solamente la elegía dos tipos de luchadores, las que no destacaban en ninguna disciplina y apostaban por un ataque directo, el cual les permitían tener a su adversario alejado de su cuerpo.

O los expertos ágiles. Un infierno de fintas y ataques directos.

Si era de los primeros, cosa que dudaba, la batalla sería rápida y la victoria sería cuestión de minutos.

Si pertenecía al segundo, por lo menos, le habría dedicado a su espada Áster, regalada por su padre a la edad de 16 años, una última batalla digna de la mejor espada del imperio…

Era un teniente retirado. El césar le había jugado una mala pasada.

Parecía que toda una vida dedicada a servirle no le era suficiente, pues había interrumpido una noche plácida, durmiendo al lado de su mujer.

La habían raptado y el, encadenado. Obligado a luchar, por diversión del César, si quería volver a ver a su amada.

Mucho tiempo hacía que no batallaba, pero eso es algo que no se olvida jamás…

Empuñó el arpón que tenía a su derecha, y se encajó el escudo de antebrazo en su izquierda.

Se ajustó el yelmo, y esperó, cómo ya había esperado centenares de veces a que esa puerta se abriera…

Una luz cegadora entró por la puerta al igual que el estuendro de la multitud pidiendo sangre. Se acercó al centro, a esperar el envite de su adversario, para advertirle que no tenía miedo, que había sido entrenado para ganar…

Cuando de repente, entre su arpón encontró lo último que nuestro protagonista quería…

Áster, la espada que le había regalado a su hijo cuando tan solo tenía 16 años…